La decisión del Superior Tribunal de Justicia de Tierra del Fuego, que despejó el camino para la reforma constitucional, podría leerse como un triunfo democrático si no fuera porque el proceso está teñido de sospechas y omisiones estratégicas.
El gobierno de Gustavo Melella celebra el fallo como una validación institucional, pero detrás de la retórica sobre "pensar la provincia para los próximos cincuenta años" se esconde una operación política calculada. La reforma, presentada como una actualización necesaria, evade deliberadamente los temas que definen la identidad y soberanía fueguina, reduciendo cuestiones irrenunciables a meras declaraciones de intenciones.
Malvinas, el Atlántico Sur y la Antártida aparecen en el proyecto como menciones formales, sin mecanismos concretos que fortalezcan la posición argentina en estos territorios. La Base Naval Integrada en materia antártica, el desarrollo logístico polar y la integración soberana del archipiélago, son temas ausentes en un debate que, paradójicamente, se autoproclama "histórico". Tampoco hay voluntad de blindar la Ley 19.640, pilar económico que sostuvo el crecimiento demográfico e industrial de la provincia y que hoy está bajo ataque por las políticas de apertura importadora del gobierno nacional.
Mientras Melella invoca un "diálogo amplio y sin límites", su gestión ha sido notable por su silencio frente a las amenazas más urgentes: el avance británico en la explotación petrolera de las aguas usurpadas, la creciente militarización del Atlántico Sur y la falta de una estrategia para posicionar a Tierra del Fuego como puerta de entrada a la Antártida. Esta parálisis no es casual. Refleja una dirigencia más interesada en conservar su parcela de poder que en ejercerlo con visión de Estado.
El verdadero trasfondo de esta reforma parece ser la habilitación de un tercer mandato para Melella, un objetivo que explica la premura del proceso y la superficialidad del debate propuesto.
La provincia merece una Constitución que defienda su industria, su posición geopolítica y su soberanía con herramientas concretas, no con frases hechas. De lo contrario, esta reforma no pasará de ser un gesto vacío, otra oportunidad perdida en una tierra acostumbrada a que sus gobernantes miren más hacia sus miserables ambiciones de cabotaje que hacia el mar que los rodea.