La llegada de los primeros seis cazabombarderos F-16 Fighting Falcon a la Argentina, más precisamente al Área Material Río Cuarto, en la localidad cordobesa de Las Higueras, ha sido rodeada de una épica oficial que omite datos fundamentales. La adquisición de estas 24 unidades a Dinamarca por 301,2 millones de dólares no solo resulta una operación costosa en comparación con acuerdos similares de la OTAN, sino que sitúa a la Argentina en una carrera tecnológica que ya ha perdido de antemano en el escenario del Atlántico Sur.
El "Efecto Rumania": 1 euro vs. 300 millones
La información internacional es demoledora. Mientras Argentina comprometió una fortuna, Rumania —también miembro de la OTAN— cerró la transferencia de 18 cazas F-16 desde los Países Bajos al precio simbólico de 1 euro por avión.

Aunque la operación rumana contempla costos de logística y soporte por 21 millones de euros, el contraste expone que Europa se está desprendiendo de estos sistemas para financiar su transición al F-35. Porque para las potencias del Norte, el F-16 es hoy un material de "descarte". En este contexto, el monto pagado por el gobierno de Javier Milei parece responder más a un gesto de alineamiento político con Washington que a una oportunidad real de mercado.
Alas rotas: El lapidario informe de la Fuerza Aérea
Incluso con los aviones en suelo cordobés, la Argentina enfrenta una crisis de capacidad operativa. Un informe interno de la Fuerza Aérea Argentina advierte que "no hay capacidad técnica para mantener pistas y hangares", describiendo maquinaria obsoleta y equipos en mal estado.
«Si tuviéramos los 24 aviones, se los podría hacer volar dos horas a cada uno en el año», afirmó una fuente militar a La Política Online, subrayando la falta de presupuesto para el mantenimiento básico.
Esta realidad explica por qué Colombia rechazó en 2023 la compra de estos mismos aviones, calificándolos como material de "segunda mano" con un horizonte de vida útil demasiado corto.
La brecha insalvable: De la 4ª a la 6ª generación en Malvinas
El análisis realizado por este medio días pasados, luego del arribo de las primeras seis aeronaves; pone el foco en el corazón de la disputa por la soberanía. La llegada del F-16 no altera el equilibrio de poder frente a la ocupación británica en Malvinas; por el contrario, la asimetría se profundizará:
1. El presente (Eurofighter Typhoon): El F-16 argentino nace en desventaja frente a los Typhoon de la Base Monte Agradable. El avión británico posee radares superiores y el misil Meteor, que supera largamente en alcance al AIM-120 AMRAAM autorizado para Argentina.
2. El futuro inmediato (F-35): Antes de 2030, Londres planea reemplazar sus Typhoon con el F-35, un caza de 5ª generación con capacidad stealth (invisible al radar) que anularía cualquier intento de detección de los F-16.
3. El horizonte 2035 (Proyecto Tempest): Mientras Argentina incorpora tecnología de los años 80, el Reino Unido ya desarrolla el Tempest, un caza de 6ª generación operado por Inteligencia Artificial y capaz de comandar enjambres de drones.
Conclusión geopolítica
La compra de los F-16 cimenta una relación de dependencia militar absoluta hacia los Estados Unidos y, por elevación, hacia los intereses de la OTAN y Gran Bretaña. Al optar por este armamento, Argentina se sujeta a los vetos tecnológicos y a la disponibilidad de repuestos que Washington decida.

En definitiva, la llegada del F-16 restaura el vuelo supersónico para el entrenamiento de pilotos —un hecho positivo para la moral de la fuerza—, pero lo hace a un precio exorbitante por un sistema que no representa una amenaza real para la fortaleza militar británica. La defensa nacional sigue supeditada a la voluntad del proveedor y a una infraestructura interna que, según sus propios técnicos, hoy se encuentra en estado crítico.