La despedida definitiva del ARA Alférez Sobral, un veterano buque de la Armada Argentina, se vivió el lunes 19 de mayo.
Partiendo del puerto de Mar del Plata, en un remolque silencioso y en medio de la ausencia de anuncios oficiales que perpetúen su historia, el buque fue llevado hacia las profundidades del mar.
Este emblemático buque, que en la noche del 2 de mayo de 1982 protagonizó una de las escenas más heroicas de la guerra de Malvinas, fue hundido como un simple blanco en un ejercicio naval, en una actitud que simboliza la indiferencia del Estado hacia sus propios héroes y su historia.
La decisión de deshacerse de él, un símbolo de resistencia y sacrificio, es una muestra de cómo el Gobierno de Javier Milei continúa con su política desmalvinizadora y entreguista de los derechos soberanos argentinos en el Atlántico Sur.
El ARA Sobral fue mucho más que un buque de guerra. Fue testigo y protagonista de uno de los capítulos más heroicos de la historia argentina.
En la noche del 2 de mayo de 1982, mientras acudía en auxilio de pilotos eyectados durante los combates en las Islas Malvinas, fue atacado por helicópteros británicos, perdiendo en ese combate a ocho de sus tripulantes, incluido su comandante, el Capitán de Corbeta Sergio Raúl Gómez Roca.
Han pasado más de cuatro décadas, pero sus heridas permanecen intactas en la memoria de quienes vivieron esa noche de fuego y valor.
El propio ex combatiente Ricardo Abel Cuevas, que formaba parte de la tripulación, rememora que “mi comandante, Gómez Roca, fue el oficial de la flota de mar más antiguo que perdió la vida en combate”.
Hoy, en medio del dolor y la impotencia, Cuevas expresa con tristeza que lo que le sucede al Sobral “me causa mucha tristeza, porque lo consideramos parte de nuestra subsistencia en la guerra”. Durante años, diferentes intentos por preservar su memoria y convertirlo en un símbolo patrimonial parecieron en vano.
El casco, corroído por el tiempo, estuvo amarrado en la Base Naval de Mar del Plata, esperando un destino que nunca llegó. Promesas de llevarlo a Santa Fe, Ushuaia, Santa Cruz, Chubut y Entre Ríos naufragaron ante la falta de apoyo, recursos y voluntad política.
La última travesía del ARA Alférez Sobral, para ser hundido en el mar abierto
La historia del Sobral quedó entonces en un limbo, en esa suerte de olvido institucional que ahora se materializa en su hundimiento.
El 10 de septiembre pasado, su nombre apareció en una lista de subasta junto a otros barcos emblemáticos de Malvinas. La reacción fue inmediata, generando una ola de reclamos.
El Ministerio de Defensa y la Armada Argentina, en un último gesto, decidieron retirar el buque de esa venta y darle un plazo de tres meses para presentar un plan de conservación, pero el silencio y la falta de acciones concretas terminaron por sellar su destino.
“Cada 3 de mayo nos reuníamos toda la tripulación con vida y oficiábamos una vigilia en honor a nuestros caídos”, relata Cuevas, quien no pudo visitar el buque en sus últimos días. “Lo paseaba siempre, lo tenía grabado en la memoria, y ayer no tuve la fortaleza de ir a verlo zarpar”, sostuvo el veterano.
La historia de ese buque trasciende su estructura de acero: es un símbolo viviente del sacrificio, del heroísmo y del patriotismo que el paso del tiempo y la desidia oficial tratan de borrar.
El Sobral fue construido en 1944 en EE.UU y participó en tareas auxiliares en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Luego, en 1972, fue entregado a la Armada Argentina y bautizado en honor al explorador antártico militar y geólogo José María Sobral, quien realizó importantes campañas en el continente blanco.
En ese mismo año, el buque salvó al buque Calipso de Jacques Costeau, un acto heroico que enaltece aún más su historia. Su última navegación, en agosto de 2018, fue desde el Puerto de Santa Fe, donde fue remolcado y dejado en cautiverio en un proceso de total abandono.
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